La necesidad de compartir


Compartir es hoy en día una de las cosas menos deseadas por los seres humanos. Si bien muchos comparten en el trabajo experiencias, algunos objetos, fuera de esto, no lo hacen. Todos esperan que los demás se busquen por cuenta propia la satisfacción de sus necesidades. Pero a qué tipo de compartir me estoy refiriendo? Simplemente al hecho de compartir todo lo que es necesario para todos los humanos. Por ejemplo agua, alimentos, vestimenta, aire, naturaleza y conocimientos de estos. Ese es el principio de un compartir que llevará a la humanidad a un estado de felicidad, dónde las personas ya no tengan que sufrir más para poder alimentarse y tener una buena calidad de vida. Hoy en día comparten personas en Europa sus Iphones, comparten sus computadoras e incluso programas que se han comprado. Eso se ha vuelto hoy más natural que compartir un pan en la mensa de alguno de ellos, o tomar algo juntos que no sea alcohol. O dejar a un amigo dormir en la casa de uno porque el otro no puede por alguna razón quedarse en su casa. Las leyes de hoy obligan al hombre a compartir, y me refiero a que el hombre tiene la necesidad innata de compartir con los demás, y necesitamos compartir con los demás. Algunas leyes y reglamentos, como la paga de impuestos, tranquilizan esta necesidad de compartir con los demás, justificando asi la conducta egoísta de la mayoría de personas que pagan impuesto, que en realidad lo son casi todas. Si sólo comprendieramos que no podemos poseer en esta vida nada, y que los objetos que tenemos siempre son por poco tiempo, sea por un día, una semana, o un par de años. Ya que no nos pertenece nada, podemos compartirlo con todos, ya que las necesidades básica de cada ser humano si existen, al contrario de la propiedad privada. Lo único que nos pertenece son nuestros cuerpos, y lo único que debemos cuidar tanto como nuestros cuerpos son los cuerpos de nuestros seres queridos. Las otras cosas merecen un cuidado medio para que puedan seguir funcionando, pero nunca debemos cuidarlas como si fuera parte de nuestro cuerpo, pues eso es una fijación casi enferma en objetos sin valor. Lamentablemente vemos hoy en día justo eso, personas que aman objetos, pero que no se preocupan por nada en su cuerpo. Cuidan el celular, la computadora, el departamento, ocasionándoles esto estrés, mientras que no se dan cuenta que cualquiera de estas cosas se puede perder en cualquier momento, y a la vez sin darse cuenta que están dañando su cuerpo. Esa sería otra lección muy importante que como humanos deberíamos aprender. A no apegarnos a los objetos, a no amar lo que no merece nuestro amor, esto es, los objetos materiales. Miramos a personas que aman la comida, y se vuelven adictos a ella, y engordan, tienen mala salud, sufren del corazón y de presión arterial, tienen una vida limitada debido al sobrepeso, y rara vez se sienten bien consigo mismo. Personas que aman el dinero, hacen todo por él, y por más dinero que tengan, su preocupación sólo aumenta queriendo asegurar toda la cantidad. Personas que aman el sexo, engañando a sus parejas, contrayendo enfermedades, lastimando a las otras personas, perdiendo el tiempo, y a veces llegando a perversiones sexuales que destruyen la vida. Si tomamos el amor como un sentimiento de apego a algo, que es en realidad una definición muy simplista, deberíamos decir que es como una pirámide. En la cima de la pirámide debería estar Dios, luego nuestra familia y otros seres queridos, luego nuestros ideales y sueños, y luego muchas otras característias u objetos que si bien pueden llegar a ser materiales, se les puede tener apego porque son un reflejo nuestro, una creación maravillosa, e aprendemos de ellos todos los días, me refiero a los animales, o en general a la naturaleza. En el último escalón de la pirámide se encuentran los objetos materiales, que nuestro cuerpo no necesita, ni nuestra mente, pero que en cierta manera usamos en la vida para simplificar cosas, o para diversión. Pero sobre todo el amor a Dios, que es el amor verdadero y el amor que nos guía y nos enseña, nos deja en claro a qué no debemos apegarnos. Este amor siempre debe estar en primera posición, para poder luego aprender todas las cosas de manera natural, sin necesidad de algún maestro, pues este amor, como dije antes, nos enseña todo lo demás. Si el mundo comienza a compartir, el mundo cambiara muy pronto, y ni siquiera una revolución tendría efectos más rápidos que la conducta amorosa, con justicia y bondadosa de todos los seres humanos. Empezando por las empresas que ganan millones de euros o dólares con las necesidades de las personas, y luego con los gobiernos de todo el mundo, verían que sus leyes y su forma de manejar el mundo se volverían obsoletas ante tal conducta de los seres humanos. De por sí muchas empresas quebrarían muy pronto, pues el pilar de las ganancias es el individualismo y egoísmo de los humanos, pero sin este sólo aquellas empresas que ofrecen productos en verdad necesarios y producidos justamente sin haber hecho daño ni a la naturaleza u otros seres humanos podrían seguir funcionando. El estado tendría también que adecuarse a tal conducta, dependiendo del país, e incluso ante tales nuevos seres humanos el estado ya no tendría más que un papel mediador y de transmisor de noticias y mensajes entre los humanos. Las personas tendrían que trabajar mucho menos, pues el ahorro de compartir las cosas materiales y no materiales como conocimientos, amor, compasión, lleva a una mejora económica de cada familia, y de cada persona en forma expiritual que todos seríamos más efectivos, por lo que tendríamos que trabajar menos por ser más efectivos y trabajar menos simplemente porque no tendríamos una gran necesidad de dinero.

PENSEMOS EN ESTO

Alghedi

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