Cuento: El Guerrero Caído

Hubo una vez una gran batalla entre dos ejércitos enemigos. Después de que esta batalla había acabado, sobre el campo de batalla habían quedado regados muchísimos cuerpos. La mayoría de estos yacían sin vida, mientras que otros estaban heridos y tendrían el mismo destino que el de sus compañeros. Había un guerrero en especial. Él era una de los más fuertes y valientes que existían en ese tiempo. Lamentablemente había caído gravemente herido en aquella batalla y él no creía poder salvarse. Podía apreciar claramente lo que se encontraba a su alrededor: era un campo de muerte.Mientras sentía que la sangre abandonaba su cuerpo se preguntaba porque no había muerto de un sólo golpe. Hubiera sido eso mucho mejor a que sufrir una muerte lenta observando los demás cuerpos. Quizá estaba predestinado a ser salvado y tendría que esperar a que alguien viniera a rescatarlo de esa penosa situación. Este guerrero estaba pensado en cada movimiento que había hecho durante la batalla tratando de encontrar algún error que él hubiera hecho. Estuvo feliz porque en realidad no cometió ningún error. Era un guerrero excelente y no había sido vencido. Los enemigos fueron tantos que no había posibilidad de salir victorioso, sólo de escapar pero eso no era una posibilidad para un verdadero guerrero. El tiempo pasaba y el guerrero no tenía ninguna conciencia de ello. No sabía si pasaban minutos u horas. Pero ya notaba que había dejado de sangrar. No sentía su cuerpo. el viento soplaba, el sol empezaba a ocultarse, se podía sentir el olor del pasto, el suelo húmedo, el latido del corazón. En ese corazón latiente este guerrero sintió una extraña sensación. En realidad si había sido vencido, pensó el. Ya que había aceptado su destino. El de morir en aquel campo, a menos que alguien viniera a rescatarlo. Después de la batalla el había cambiado totalmente. Ya no era el mismo guerrero que era antes de la batalla, que creía que mientras su corazón siguiera latiendo daría todo de él. Se acordó de aquello y se dijo a si mismo que en esta vida no hay atajos. Si uno cae simplemente tiene que levantarse, no importa lo que suceda fuera de nosotros, esta lucha siempre es interior. En ese momento el guerrero volvió a ser el mismo que era siempre, y sentía su corazón latiendo y esto significaba que aún podía seguir luchando. No hay atajos, no hay caminos fáciles, una lucha es siempre digna y hay que afrontarla cara a cara. Hay que tener el valor de mirar a la muerte a los ojos.

El guerrero pudo caminar y moverse de aquel campo. Llegó a un lugar donde se encontraban muchas flores. Giró mirando por todos lados y no pudo observar a ningún ser humano. Se encontraba completamente sólo en un lugar hermoso con bellas flores y algunas aves que se acomodaban en las ramas de los árboles para empezar su sueño con el anochecer. El guerrero cayó y frente a su rostro había una rosa hermosa. Pudo sentir su aroma y se sintió feliz. Esta había sido su última batalla y estaba feliz de haberla luchado con valor. Cerró los ojos en paz.

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