Poema de Adviento
Hay un poema alemán que es muy bonito. Se trata sobre las cuatro velas de la corono del adviento. El poema original está más abajo, después de mi traducción al español.
Cuatro velas ardían sobre la corona de adviento. Todo estaba quieto. Tan quito, que se podía escuchar como las velas empezaban a hablar. La primera vela suspira y dijo: “Yo me llamo Paz. Mi luz brilla, pero los seres humanos no mantienen la paz, ellos no quieren la paz.” Su luz se hacía cada vez más pequeña hasta que se extinguió.
La segunda vela titilaba y dijo: “Yo me llamo Fe. Pero soy superflua. Los seres humanos ya no quieren saber nada de Dios. No tienen más sentido, que siga ardiendo.” Una corriento de aire sóplo por el cuarto y la segunda vela se apagó.
En voz baja y muy triste la tercera vela tomó la palabra: “Yo me llamo Amor. Ya no tenga más fuerza para seguir ardiendo. Los seres humanos me dejan de lado. Ellos sólo se ven a si mismos y no a los demás, a aquellos a los que ellos deben amar.” Y con una última llamarada también está luz se apagó.
Entonces entró un niño al cuarto. El observó las velas y dijo: “Pero, si, ustedes deben arder y no estar apagadas!” y el niño empezó a llorar.
En ese momento la cuarta vela tomó la palabra. Ella dijo: “No tengas miedo. Mientras yo arda, podemos prender las otras las otras velas. Yo soy la Esperanza.”
Con un pedazito de madera el niño tomó la luz de esta vela y prendió las luces de las demás otra vez.
Mit einem Streichholz nahm das Kind das Licht von dieser Kerze und zündete die anderen Lichter wieder an.
Versión Alemana (autor desconocido):
Vier Kerzen brannten am Adventskranz. Es war ganz still. So still, dass man hörte, wie die Kerzen zu reden begannen. Die erste Kerze seufzte und sagte: „Ich heiße Frieden. Mein Licht leuchtet, aber die Menschen halten keinen Frieden, sie wollen mich nicht.“ Ihr Licht wurde immer kleiner und verlosch schließlich ganz.
Die zweite Kerze flackerte und sagte: „Ich heiße Glauben. Aber ich bin überflüssig. Die Menschen wollen von Gott nichts mehr wissen. Es hat keinen Sinn mehr, dass ich brenne.“ Ein Luftzug wehte durch den Raum, und die zweite Kerze war aus.
Leise und sehr traurig meldete sich nun die dritte Kerze zu Wort: „Ich heiße Liebe. Ich habe keine Kraft mehr zu brennen. Die Menschen stellen mich an die Seite. Sie sehen nur sich selbst und nicht die anderen, die sie lieb haben sollen.“ Und mit einem letzten Aufflackern war auch dieses Licht ausgelöscht.
Da kam ein Kind in das Zimmer. Es schaute die Kerzen an und sagte: „Aber, aber, ihr sollt doch brennen und nicht aus sein!“ Und fast fing es an zu weinen.
Da meldete sich auch die vierte Kerze zu Wort. Sie sagte: „Hab keine Angst! Solange ich brenne, können wir auch die anderen Kerzen wieder anzünden. Ich heiße Hoffnung.“
Mit einem Streichholz nahm das Kind das Licht von dieser Kerze und zündete die anderen Lichter wieder an.
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